Histeria y Síndrome Premenstrual


La historia de la histeria se remonta a la antigüedad. Fue descrita tanto por el filósofo Platón como por el médico Hipócrates y se encuentra recogida antes en papiros egipcios. Un mito de la antigua Grecia relata que el útero deambula por el cuerpo de la mujer, causando enfermedades a la víctima cuando llega al pecho. Esta teoría da cuenta al origen del nombre, pues la raíz proviene de la palabra griega para útero, hystera.

Galeno, importante médico del siglo II, escribió que la histeria era una enfermedad causada por la privación sexual en mujeres particularmente pasionales. La histeria se diagnosticó frecuentemente en vírgenes, monjas, viudas y, en ocasiones, mujeres casadas. La prescripción en la medicina medieval y renacentista era el coito si estaba casada, el matrimonio si estaba soltera y el masaje de una comadrona como último recurso.

Las pacientes diagnosticadas con histeria femenina debían recibir un tratamiento conocido como «masaje pélvico», estimulación manual de los genitales de la mujer por el doctor hasta llegar al orgasmo que, en el contexto de la época, se denominaba "paroxismo histérico", al considerar el deseo sexual reprimido de las mujeres una enfermedad. 

Durante la década de 1890, época en que hubo una epidemia de histeria, los médicos creyeron encontrar el medio efectivo para calmar la enfermedad: el uso de vibradores y consoladores; desde antiguo se conocía el mal suponiendo que todo partía de lo que los griegos llamaron útero ardiente debido a la ansiedad de las mujeres, su estado de irritabilidad, las fantasías sexuales y, sobre todo, una excesiva lubricación vaginal. Lo achacaban al estado de frustración en que se encontraban.
Al ser una enfermedad, las mujeres acudían periódicamente a recibir tratamiento médico, dándose así por aceptada la práctica y encontrando en muchas ocasiones en la consulta lo que no conseguían en su casa.

Rachael P. Maines, autor de The Technology of Orgasm: Hysteria, the Vibrator, and Women's Sexual Satisfaction, ha observado que estos casos eran muy ventajosos para los médicos, dado que no había ningún riesgo de que la paciente muriese pero necesitaba tratamiento constante. El único problema era que los médicos no disfrutaban con la tediosa tarea del masaje. La técnica era difícil de dominar para un médico y podía tomar horas llegar al "paroxismo histérico". Derivarlas a las comadronas, una práctica por otra parte habitual, era una pérdida de oportunidades de negocio para el médico.
Desde 1870 los médicos dispusieron del primer vibrador mecánico y en 1873 se empleó el primer vibrador electromecánico en un asilo de Francia.

A finales del siglo XIX la difusión de la electricidad en el hogar facilitó la llegada del vibrador eléctrico al mercado de consumo. El atractivo de un tratamiento más barato en la intimidad del propio hogar hizo que el vibrador alcanzase una cierta popularidad. De hecho, el vibrador eléctrico llegó al mercado mucho antes que otros dispositivos "esenciales": nueve años antes que el aspirador y diez años antes que la plancha eléctrica. 

Gracias a esta enfermedad, Sigmund Freud empezó a entender que había más que la conciencia, es decir, comenzó a descubrir la existencia del inconsciente. Freud terminó por afirmar que lo que se conocía como histeria femenina era provocado por un hecho traumático que había sido reprimido en el inconsciente, pero seguía aflorando en forma de ataques que carecían de explicación. Fue el principio de lo que hoy conocemos como psicoanálisis.

En la actualidad ha quedado descartada la histeria, considerándose que no existe relación alguna con el útero y que no es una entidad exclusiva de las mujeres.

Así que todo indica que fueron Sigmund Freud y Jean-Martin Charcot los que propiciaron que desapareciera la histeria como enfermedad al profundizar en el estudio de la mente. A medida que las técnicas de diagnóstico mejoraron, el número de casos  diagnosticados como histeria decreció hasta que no quedó ninguno.

(Extractos obtenidos de la Wikipedia)
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En la actualidad, muchos especialistas e incluso psiquiatras, califican como "histéricas", neuróticas o depresivas a las mujeres que presentan el Síndrome Premenstrual (SPM): atribuyen su causa a un trastorno psicoló­gico, por desconocimiento del tema y los factores bioquímicos ginecológi­cos involucrados. Si bien, reconocen que estas pacientes suelen presentar frigidez, dolor durante el acto sexual y un rechazo general a la sexualidad, siguen obstinadamente convencidos de que el origen de estos problemas está únicamente en la mente.

Sorprende, pues así, que la notable sabiduría y espíritu de observación de Hipócrates, el padre de la medicina,  se hubiera anticipado a nuestra época, permaneciendo aún vigente. Hoy toda­vía no se tiene conciencia cabal sobre el importante papel que juega la enfermedad inflamatoria del útero en el SPM y trastornos mentales asociados. Sin embargo, más de dos mil años después, nuestras investigaciones evidencian la presencia de patología uterina causante de trastornos psicológicos y físicos en las afectadas, dando validez a lo postulado por Hipócrates. Cuando la patología uterina crónica y las infecciones asociadas son tratadas con buenos resultados, las molestias desaparecen. Si la paciente presenta nuevamente lesiones inflamatorias que afectan la función del útero, ya sea por infecciones o traumatismos (de parto, por ejemplo), los síntomas reaparecen, constituyendo una clara evidencia de esta relación causa-efecto. 

Dado que el útero es el mayor productor de prostaglandinas (y otros mediadores inflamatorios) en la mujer, nuestra experiencia clínica nos induce a pensar, que éstas tienen un papel importante en la etiología de esta enfermedad; aun cuando para nosotros existirían otros factores involucrados. 

Todas las experiencias con las pacientes permitirían concluir que el útero tiene un papel muy importante en la afectividad de la mujer y por ende, en la diferencia en el modo de vivenciar de ambos sexos. La antigua presunción de Hipócrates, que denominó histeria a algunos cuadros psiquiátricos femeninos muy extremos, derivándola de la palabra hystera (útero), tendría hoy un fundamento biológico. 

(Extracto del libro “Síndrome Premenstrual desde una nueva perspectiva” del Doctor Jorge Lolas)